30/4/09

La respuesta

El viento cruzó la estancia como si de un invitado más se tratase. Se acercó a él, lo rodeó. Le preguntó algo al oído. Un secreto. Algo que sólo él podía entender, y entonces se dio cuenta.
Avanzó lentamente, entre los demás, esquivando copas y palabras. Abrió la puerta y salió al balcón.

La noche era fría aunque estrellada. Pero a él no le interesaba la visión sobre su cabeza, si no el vacío bajo sus pies.
Observó los coches en la calle, como hormigas mecánicas.

Agarró con fuerza la barandilla metálica, con ambas manos.
Estaba helada.
Un escalofrío recorrió sus dedos, sus manos, sus brazos, y se extendió por todo su cuerpo, y cuando llegó a su cara, se enfrentó sin contemplaciones con el calor de las lágrimas que abrasaban sus mejillas. Se aferró más fuerte a ellas que al propio metal, y se encontró a sí mismo susurrándole a la oscuridad lo que él consideraba la respuesta correcta.

En un movimiento decidido, dio media vuelta y entró de nuevo en la falsa noche, con su falsa luna iluminándolo todo.


E.S.S.E.E.C.
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